Se escucha con bastante frecuencia: "los nombres no tienen ortografía"; una verdad a medias producto de la mala interpretación. Sí existe plena libertad de nombrar y registrar a niños y niñas con el nombre escogido para ellos o ellas, de la forma como sus representantes lo han decidido, sin embargo, deben estar muy claros de que el capricho quedará asentado por siempre, incluyendo las barbaridades.
Uno de los principios básicos del español es que las grafías o letras deben reflejar el sonido. Existe un norma ortográfica reguladora, y los nombres no se escapan de ella porque son sustantivos del idioma. Por ejemplo, cuando un ciudadano lo registran civilmente como "Matias", su nombre se pronunciará Matias (con un falso diptongo) y no matías como se pronuncia si lleva acento en la vocal cerrada "i".